Oportunidades en el desasosiego
por Remedios Zafra
Nadie protagoniza el encierro, no somos delincuentes ni presos políticos. La amenaza no es un ejército, un país o un líder fascista. No hay un enemigo humano, no hay actor de carne y hueso. El asunto gira sobre un virus de forma esférica y moños como protuberancias o trompetas que ilustra como fondo la totalidad de las noticias y que tiene debilidad por los ancianos. Parece haber venido a preguntarnos ¿qué supone hoy en día ser un viejo? ¿Cuántos años son suficientes para sentir que uno ha vivido?, ¿cuántos son suficientes para sentir que algún otro ha vivido? Pero no solo ha zarandeado umbrales éticos, también ha llevado las más básicas preguntas filosóficas a la calle, cuando con nerviosismo frente a las fuerzas de seguridad sentimos tener que responder a sus interpelaciones: «Usted, ¿de dónde viene?, ¿adónde va?» Ay, si yo lo supiera.
No imaginamos que algo que ni siquiera podemos ver nos haría sentir tan vulnerables. Y, aunque por defecto nos empeñemos en inundarlo todo de expresiones derivadas de un lenguaje bélico como vencer, victoria o batalla, este es un asunto de otra índole. Más nos ayudaría hablar de investigación y de cuidados.
Pero lo ocurrido debe haber servido para algo. Observen a los científicos o a los investigadores, a los estudiantes, a las personas que encerradas están dando la vuelta al confinamiento, convirtiéndolo en concentración y obra. Cada compromiso anulado, cada entrega pospuesta ha dejado el regalo de las horas en casa frente a sus libros y pantallas, la posibilidad de estudiar con mayor atención, de escribir un relato más pausado, de inventar un artefacto mejorado, de adelantarnos al futuro, de avanzar en las próximas vacunas. Como sea que antes muchos lo hicieron y lo sabíamos. No se trata solo de dar la vuelta a una situación, ni de ver el doble filo de lo que nos angustia y nos salva, se trata de recuperar la capacidad de concentración que habíamos neutralizado tan fríamente. Cuando Newton huyendo de la epidemia de peste que asolaba varias ciudades inglesas en 1665 se recluyó en la granja familiar no sospechaba estar protagonizando una revolución científica en la que culminaría la teoría de la gravitación universal, el desarrollo de las bases de la mecánica clásica, que avanzaría en el teorema del binomio o que contribuiría a poner de manifiesto la naturaleza física de los colores. Cosa diferente sería comprobar quiénes en las circunstancias actuales pueden disponer de tiempo y concentración. Desconozco si Newton antes o después de sus investigaciones preparaba la comida, si tenía alguna persona mayor a su cargo, si temía quedarse sin ingresos por un ERTE que mutara a despido definitivo o si lavaba sus sábanas y limpiaba la casa. Pero agradezco a quien lo hacía que le permitieran liberarse de ese tiempo para investigar. Por justicia retroactiva muchos descubrimientos también debieran llevar las iniciales de quienes cuidan y regalan tiempo a los otros.